Fondo de galería. Un recorrido por el Arte Contemporáneo Español del Siglo XX

A finales de los años cincuenta España entra en el circuito artístico internacional, su desembarco en el arte de vanguardia se producirá a través de un Informalismo que reclame la abstracción de las corrientes europea y americana, así como desde la gran tradición artística española con Goya como referente. Si en los años anteriores a la década de los sesenta España se encontraba en los albores del aperturismo diplomático y económico propiciados por el régimen franquista, en el mundo del arte se inauguraba un periodo en el que la vanguardia autóctona enlazaba con el final de la autarquía.

La galería Artelandia ha seleccionado piezas clave de la evolución de este arte de vanguardia español que representan a los mejores artistas que recorrieron desde el final del Surrealismo hasta las últimas tendencias del nuevo siglo. Óscar Domínguez,  Antonio Saura,  Manuel Rivera, Antoni Tàpies o Manolo Millares son algunos de los artistas que firman las piezas que componen esta exposición.

La presencia de Esteban Vicente, Eduardo Arroyo, Pablo Palazuelo Luis Gordillo permite ilustrar la actualidad de unas trayectorias ya de largo recorrido y en campos estéticos y gramáticas pictóricas muy diferentes. Esa misma variedad se advierte en el abanico que abren Hernández Mompó, o Manolo Valdés. Los nuevos lenguajes pictóricos, líricos en muchos de los casos aquí seleccionados, ejemplos en su mayoría de propuestas alternativas a la figuración y de una declarada voluntad colorista (señalando el fin de una larga etapa heredera del arte de posguerra e informalista), quedan representados en los trabajos de Juan Uslé y Miquel Barceló.

Fue Juan Eduardo Cirlot quien dio nombre a una de las corrientes de vanguardia del arte español, el Informalismo, que aglutinaría artistas tan dispares como TàpiesSauraMillares o Feito.  En el año 1958 en 'La estafeta Literaria' Cirlot afirmó que el Informalismo constituía una verdadera mutación frente a lo abstracto. Pero antes de llegar al apogeo del Informalismo  conviene retroceder unos años para entender lo que supuso la aparición de este movimiento en el panorama artístico contemporáneo.

Los años cincuenta, en lo que al arte se refiere, supusieron una aproximación del canon artístico hacia los presupuestos de la abstracción. En la I Bienal Hispanoamericana (1951) se introducen algunos de los 'nuevos artistas' en el circuito oficial del arte en España. Esto supuso la forzada aceptación oficial de las tendencias vanguardistas. El ánimo de apertura de los organizadores del evento chocó de manera frontal con la crítica de los sectores más reaccionarios así como la negativa de los artistas más vanguardistas a colaborar en un evento con una marca política tan fuerte.  Este es el clima en el que surge el Informalismo, con unos orígenes inciertos que nos llevan al Surrealismo y la Abstracción poética de Paul Klee, y también hacia las consecuencias racionalistas más extremas en la órbita del Arte normativo de los sesenta en el que se absorbieron los postulados de Walter Gropius, fundador de la Escuela de Bauhaus, que propugnaba desde hacía años la transformación de la sociedad a través del arte, es decir, la elaboración de un arte útil a la sociedad.

Por lo tanto, de las primeras exposiciones abstractas, nacidas de las postrimerías de los años cuarenta, las coincidencias con un Surrealismo que agrupa a varios artistas que enlazan con las vanguardias de la preguerra y que evolucionan hacia el abstracto, llegaremos a una etapa disyuntiva en la quela abstracción matérica o poética se posicione en el centro del debate artístico.

En torno a la expresividad y dramatismo de la abstracción informalista se fundamentó un tópico que ha seguido vigente hasta nuestros días, la idea de la recuperación renovada de la 'veta brava' de la tradición pictórica española. Para los críticos y los protagonistas de la abstracción informalista, el elemento de la tradición española  se entendió como un recurso renovador cuya expresividad funcionaba como soporte de un componente crítico. Un elemento distorsionador en cuanto medio articulador de una correspondencia entre vanguardia artística y situación política. La agresividad de las arpilleras de Millares, la sonora expresividad de Saura, la recuperación renovada de la 'veta brava' en la pintura de Viola, o los gestos inconformistas de otros artistas que entendieron como propuestas formales  y comprometidas este acercamiento a la tradición de  la pintura de nuestro país.

A medida que nos acercamos a los años sesenta, el número de artistas que se incorpora al Informalismo crece de manera exponencial. Esto supuso que llegara un momento en el que el factor 'agresivo' o de sorpresa desapareciese, debido a que el lenguaje informalista se había convertido en un ejercicio rutinario y en un lenguaje ya resuelto.  El agotamiento del Informalismo tuvo como fecha simbólica 1964, año en el que Robert Rauschenberg obtuvo el premio de la XXXII Biennale di Venezia con el consiguiente espaldarazo al Pop Art.

Situación esta que pone de relieve, que cuando el Informalismo entre en crisis, una gran mayoría de artistas abandona esta tendencia expresiva y se orienta hacia los planteamientos más dispares, que van desde la abstracción constructiva a la figuración.

Dentro de la abstracción geométrica, desde una visión personal y propia, jugó un papel decisivo Pablo Palazuelo. La obra de este artista se desarrolla dentro de una abstracción basada en el sistema de proporción como método para adentrarse en la idea de conocimiento y aprehensión del mundo. Desde ahí, Palazuelo trabaja con la idea de que su pintura es una derivación de la vida plasmada a través de una emoción racionalizada. La corriente de la abstracción geométrica se fundamentaba en una actitud racionalista, capaz de articular una utopía, un proyecto de mundo frente a los planteamientos puramente individuales y esteticistas propugnados por el Informalismo.

En los albores de la década de los sesenta apareció en Arte normativo o normativismo, etiqueta autóctona propuesta con la intención de crear un amplio movimiento representativo, inédito en nuestro país, de un arte abstracto geométrico heredero del neoplasticismo, el constructivismo y la Bauhaus. Representativos de este movimiento fueron el Grupo Parpalló, con artistas de diversas convicciones y el Equipo 57, orientado hacia la experimentación rigurosa de carácter constructivo, en clara contraposición con la expresividad informalista, despreciando la expresión individualista.

Paralelamente, frente a tal campaña a favor del formalismo más absoluto, aparecieron también voces que comenzaban a cuestionar tal radicalidad. En este sentido, y antes de que un nuevo realismo convocara en los años 60 el debate sobre lo político en el arte, Equipo 57, compuesto por Duarte, Ibarrola, Serrano (con Oteiza en la sombra) denunciarán el Informalismo llamándolo 'arte endiosado, kandinskiano, evasivo y personalista':

“Este arte derrotado por la invasión de un arte informalista, de azar, correspondiente a la aspiración liberal de una burguesía que ha enredado la palabra ‘belleza’ hasta hacerla extraña a nuestros oídos e inadecuada a una verdadera estética” [Equipo 57, Manifiesto, Bilbao, 1957]

Con anterioridad al proceso de implantación de la abstracción, la figuración había sido el escenario en el que se habían desarrollado todos los intentos de renovación y las acciones orientadas a conservar la tradición. En España, a  partir de  los últimos años de la década de los cuarenta, la figuración dejó de ser la única vía de expresión artística, produciéndose un importante cambio de jerarquía y de escala de valores.

Este problema de la modernidad y de la vanguardia se articuló en torno a la antítesis abstracción-figuración. A ellos se refirió Antonio Saura:

"Una pintura expresiva y una pintura meditativa y racional debe quedar superada, así como también el concepto ortodoxo de separación entre abstracción y figuración" [Saura: Carta abierta 'Acento cultural' 13-13 (1961)]

Ciertamente, el debate entre la figura y la abstracción no se produjo solo en España: en París o Nueva York también marcó el desarrollo del Informalismo francés y del Expresionismo Abstracto. Incluso en la España de preguerra, las discusiones no fueron menores

Sería ingenuo pensar que la figuración, como posibilidad de renovación, se vio anulada por la abstracción.  Ciertas opciones llevadas a cabo desde la figuración 'vanguardia desplazada' jugaron un papel fundamental  en la renovación artística del arte español. Ahora bien, esta figuración no se constituyó en sí misma como un movimiento artístico sino que fue la suma de diversas actitudes y clasificadas a posteriori.

En los años 50, críticos como Clement Greenberg o Harold Rosenberg , sometieron a la crítica y al arte americanos a un profundo proceso de redefinición, que emplazaban lejos del arte europeo. Esta lectura se basaba en la negación de cualquier referencia externa al cuadro, en la desposesión del pasado, en la despolitización del artista , en la apuesta por la abstracción total y la desaparición de préstamos de otras artes. La vinculación entre el arte moderno y la democracia del destino manifiesto de la sociedad norteamericana era tan profunda que puede hacerse difícil de entender la posición de los museos norteamericanos ante el Informalismo que se producía en España. Frente a estas evidentes contradicciones entre los discursos sobre el arte en la democracia y la realidad del apoyo a ese arte en una dictadura, cabe pensar que lo que, en el fondo, estaba en juego no era un sistema político sino un sistema económico, de libre mercado. El arte moderno de los años 50 y 60 era producto de una reflexión peliaguda sobre la libertad del individuo y su relación con un mundo en crisis de valores.

En 1963, finalmente, y a raíz de la exposición España libre montada por el crítico italiano Giulio Carlo Argan en la ciudad de Rimini (con itinerancia en varias ciudades italianas), los artistas informalistas españoles daban público carpetazo a casi quince años de ininterrumpida colaboración con el régimen.

En lo que se refiere a las décadas de los setenta y ochenta los artistas llevaron a cabo su actividad en plena crisis del movimiento moderno y de la idea de vanguardia, dentro de una escena española que estaba experimentando unas libertades democráticas recién estrenadas y cuyo entorno artístico derivó desde el formalismo acrítico dominante hasta la emergencia del mercado y la estética del éxito.

Saura, Feito, Millares, Tàpies: objetos de deseo histórico, pero al mismo tiempo, máquinas individuales deseantes de tradición y trascendencia:

"Propugnamos un arte recio y profundo, grave y significativo. Luchamos por un arte hacia la salvación de la individualidad, dentro del signo de nuestra época"[Manifiesto de El Paso, de 1957]

© Artelandia

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