Feito-Saura. La pintura matérica

Después de la eliminación de la imagen figurativa, realizada por Kandinsky, MAlevich y el grupo ‘De Stijl”, entre 1910 y 1918, preparada por el expresionismo y la pulsante ornamentación del Modern Style desde dos décadas antes, entre 1920 y 1945 se decanta, lenta y progresivamente, la tendencia informalista, que supera la estética de la mancha y del dinamismo lineal para convertirse en un arte basado en la expresión de la materia, por si misma, y por las nuevas formas que recibe en el tratamiento pictórico.

Juan Eduardo Cirlot

Una de las características de la pintura a lo largo de los siglos ha sido que la materia pictórica quedaba abandonada ante la significación de sus resultados; es decir, era sólo un medio, pero no un fin. En los años 50, artistas como Fautrier, Burri y Tàpies, convierten el lienzo en campo de experimentación matérica; el lienzo toma cuerpo; ya no es un plano de representación sino soporte de materiales diversos, desde la arena a las láminas de plástico quemadas y derretidas, desde trapos viejos y arpilleras, hasta maderas chamuscadas.

Y es precisamente en esta década de los cincuenta donde hay una sustancial proliferación de las masillas como materia pictórica. Y donde cada uno de los pintores matéricos presentan en sus cuadros técnicas muy personales en cuanto a las mezclas realizadas a fin de obtener los efectos buscados o encontrados durante el proceso de trabajo.

Se percibe en la pintura matérica su acentuada densidad, consecuencia de la acumulación de materias incorporadas a ella, no permitiendo, con todo, un fácil reconocimiento de sus componentes. Se ve hecha, pero no se ve cómo está hecha. El procedimiento que la originó, así como las sustancias que entraron en su preparación, no se revelan fácilmente al espectador.

La experimentación como búsqueda de nuevos efectos es característica de la pintura matérica. Al someter la pasta pictórica a toda suerte de mezclas, e] pintor la hace más expresiva.

La pasta pictórica elaborada por el propio artista (o la misma pintura: óleo o acrílico), a la cual sensibiliza texturalmente con toda suerte de útiles, punzantes o no, sobre la que imprime objetos y que se presenta abultada por la voluntad de agredirla plásticamente, aparece con distintas características en cuadros de diversos artistas.

En Antonio Saura la figuración, reducida al estado de apariciones turbulentas, agitadas y demoniacas, y la abstracción, particularmente sensibilizada por el empleo de la pincelada, en rápidos y grandes rastros que no sugieren nada corpóreo, se unen tan íntimamente en las obras de Saura. Como en el blanco y el negro, en el movimiento y en la quietud de las dos dimensiones, la vida y la muerte se entremezclan y funden sus cualidades pugnantes.

Las pinceladas, o los arrancamientos de empaste a espátula, o los gestos, cruelmente trazados con el palo del pincel, giran arremolinados y confunden lo espiral con lo quebrado, con lo entrecortado en síncopas. En algunas obras la movilidad particular de todos esos elementos queda como neutralizada y se genera una especie de estatismo diferente de la quietud, semejante a esa serenidad aparente y sacudida internamente por fuerzas que intentan desarraigarla.

A veces, Saura acepta la intromisión del marrón o del ocre, afirmando así el carácter terreno de sus ráfagas lineales.

Luis Feito organiza pictóricamente una superficie, en la que habita alternada protuberancia de textura y partes lisas. Hay áreas densamente cargadas de masilla que dejan ver en su interior piedrecitas irregulares. En otras zonas, sólo la pintura densa, aunque sin cargas, cubre la superficie del lienzo. La corporeidad es la materia pictórica, la superficie.  Es decir lo que constituye la naturaleza física de una obra de arte, la tela, la materia, el espacio, la superficie de esa obra es lo que forma su corporeidad. El empleo de gamas cromáticas contrarias contribuye a que aparezca esa luz sideral de la que hablábamos antes. Crea diferentes niveles de luminosidad y en este caso los blancos brillan, resplandecen captando toda nuestra atención. Otro de sus rasgos distintivos en esta etapa es el empleo de zonas con una gran concentración nuclear de la materia y zonas donde predomina el espacio vacío, que es la base espiritual de sus cuadros.

La corporeidad es la materia pictórica, la superficie. Podría aplicarse también por ejemplo a la música que  debería sentirse como una corporeidad.  Es decir lo que constituye la naturaleza física de una obra de arte, la tela, la materia, el espacio, la superficie de esa obra es lo que forma su corporeidad.

El empleo de gamas cromáticas contrarias contribuye a que aparezca esa luz sideral de la que hablábamos antes. Crea diferentes niveles de luminosidad y en este caso los blancos brillan, resplandecen captando toda nuestra atención. Otro de sus rasgos distintivos en esta etapa es el empleo de zonas con una gran concentración nuclear de la materia y zonas donde predomina el espacio vacío, que es la base espiritual de sus cuadros.

Feito-Saura. La pintura matérica

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